
En tiempos de desesperación, donde todos estamos cansados de reclamar la paternidad de alienígenas que no nos reconocen, o de tener que inmolarnos para demostrar que creemos, pagar impuestos sin representación a corporaciones religiosas que no pagan impuestos, picotear un muro como pájaros carpinteros mientras pretendemos llorar tiernamente, dejar de comer o comer mariscos un viernes al año por designio divino, repetir poesías y retahílas que no hemos ni analizado ni las creemos, revenir al mundo en formas inferiores por nuestros pecados, mientras otros gozan de inmunidad absoluta, o simplemente cansados de una banda de pedófilos que dicen anda suelta y condecoran a sus miembros; resulta evidente que nuevas tendencias dan un respiro, un aire de renovación, y al mismo tiempo una oportunidad de negocio.
La
humanidad se acerca a un nuevo oscurantismo, las personas se ven deprimidas,
desorientadas, y por tanto, las creencias extremistas se multiplican, dividen,
nacen crecen y generan cosmovisiones que superan la imaginación en muchos
casos.
En esos
momentos de decepción profunda, copulan
las ideas y dan como resulta, nuevas creencias, nuevos visiones del mundo y claramente,
algunas personas tomas la oportunidad para liberar el pequeño Maquiavelo y
saturar el mercado religioso con novedades insólitas.

La crisis
es siempre el motor del fanatismo, ya sea a manos de una plaga que aniquila la población
sin saber cómo o a manos de una economía estancada que sigue concentrando la
riqueza en un punto fijo, en uno en el que no se mueve, o simplemente orientando
a los desorientados por una módica suma que mal podría desperdiciarse en
terapia psicológica.
Crear una religión,
es simple, requiere establecer creencias y jerarquías, y siguiendo los consejos
de los últimos días, requiere montar un show en vivo, de suerte que quienes
participan se sientan tocados por dios o se desmayen manoseados por el pastor.
Surgen
entonces religiones diferentes, especiales, con fundamentos teóricos que retan
la lógica y la física, que para algunos pueden parecer graciosos, pero que para
sus creyentes, son pilares de su ser, de su “yo” interior, definen su
comportamiento y sobretodo, les dan reposo en un mundo que gira tan rápido, que
nos tiene un poco aturdidos y mareados.

Y es que es
un producto interesante la religión, en el cual le vendemos al público salvación
en el otro mundo, y si no se salva, le devolvemos su dinero.
Claro, los
valores morales y sociales son el inicio de las normas de conducta, el castigo
divino y futuro, evitó masacres, asesinatos, robos y abusos; lamentablemente el
poder divino representado en la tierra, promovió masacres, asesinatos, robos y
abusos para protegernos de esos que se habrían producido por otros con
diferentes disfraces.
Es ahí donde
necesitamos nuevos dioses, dioses más reales y cercanos, como el gas que nos
aniquila en el metro, el futbolista que nos maravilla, el actor de cine que nos
puede castigar si nos portamos mal, el alíen que nos visita cada milenio y
viaja miles de millones de kilómetros para
dejar un graffiti incomprensible en un campo y regresar a casa.

Eso sin
dejar de lado las nuevas religiones mágicas, como el Nuwaubianismo, que
sostiene que los hombres blancos son una cosecha de carne/alimentación
extraterrestre y que los afrodecendientes han sido hechizados para ser
controlados por los caucásicos.
En fin,
escoger o crear religión es un tema fundamental para decidir si queremos que el
fin del mundo nos tome moralmente prevenidos, o al menos excesivamente ricos,
buscar o crear religión, parece haberse transformado en un asunto de ser psicológicamente
débil y necesitar ayuda, o ser un abusador del débil listo a tomar sus posesiones
a cambio de promesas vacías. Desde hace cuanto tiempo, es a cada uno a decidir.

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